Las elecciones autonómicas del próximo 27 de septiembre en Cataluña
están marcadas por el debate sobre la independencia. La lista
“soberanista” Junts pel Sí, coalición de partidos como
CDC o ERC y organizaciones como la ANC, considera los comicios como un
plebiscito sobre esta cuestión. Encabezada por el exeurodiputado de ICV,
Raúl Romeva, cuenta con Artur Mas u Oriol Junqueras, entre otros políticos. Frente a ella, Podemos, ICV, EuIA (la marca de IU en Cataluña) y Equo, forman parte de Catalunya Sí que es Pot. La candidatura de confluencia está encabezada por el activista Lluís Rabell
(Barcelona, 1954), presidente durante los últimos 3 años de la
Federación de Asociaciones de Vecinos de Barcelona. Defiende que es
necesario hacer un referéndum y lograr una mayoría social para hablar de
un proyecto de país antes de una independencia unilateral que no sería
reconocida. Atiende a cuartopoder.es vía telefónica.
— En un primer momento su nombre no estaba entre las opciones principales ¿Por qué decidió dar el paso para encabezar la lista de Catalunya Sí que es Pot?
— La propuesta venía de antes, pero sí que es verdad que en principio
no tenía ninguna intención de dar este paso. Sin embargo, hay una
situación políticamente excepcional que está llamando a mucha gente que
proviene del activismo social para entrar en lo que podríamos llamar una
batalla política institucional o de representación. Finalmente la
propuesta se hizo insistente a última hora apelando a una experiencia
mía en el movimiento vecinal, es decir, en un activismo y marco
organizativo en el que hay que aunar constantemente sensibilidades
distintas. Se pensó que en una candidatura de confluencia mi experiencia
podría ser útil.
— ¿Son estas elecciones del 27-S un plebiscito sobre el modelo territorial tal y como lo plantean desde la lista Junts pel Sí?
— No lo creemos. Pensamos que es un error responder a un problema
político mayor, que ha sido la negativa del Gobierno español a facilitar
un proceso de consulta e incluso bloquear un diálogo efectivo.
Responder a esa actitud antidemocrática con una huida hacia adelante es
un error. Difícilmente pueden ser leídas como plebiscito unas elecciones
en las que concurren distintas candidaturas, en las que el carácter
plebiscitario no ha sido pactado por todas las fuerzas y en las que
buena parte de la población no las ve así. Tampoco lo reconocerán como
tales ni la comunidad internacional ni la opinión pública española.
Además surgen incógnitas o déficit democráticos importantes como que con
la actual ley electoral los votos del área metropolitana tienen menos
peso que los de la Cataluña interior. Establecer una equivalencia entre
escaños y votos es problemático. Los propios promotores de esa idea de
elecciones plebiscitarias no se ponen ellos mismos de acuerdo en los
parámetros. Nosotros pensamos que son elecciones importantísimas pero
que se trata sobre todo de abrir un proceso constituyente en el sentido
de empoderamiento de la ciudadanía que aborde las cuestiones sociales y
la consecución del derecho a decidir. Es una aspiración plenamente
compartida por la inmensa mayoría de la sociedad catalana.
— En el debate sobre la cuestión territorial, ¿qué posición mantiene su candidatura?
— La defensa tradicional de las izquierdas, el movimiento obrero o
progresista en Cataluña, que es el derecho a la autodeterminación.
Partimos de ese derecho ampliamente reconocido por la sociedad catalana
para expresar la opinión política. Lo que planteamos es llegar a la
celebración de un referéndum con garantías democráticas.Es decir, una
expresión democrática de la ciudadanía que sea reconocida y que pueda
ser leída como la voluntad del pueblo de Cataluña por parte de la
opinión pública española y la comunidad internacional. No está
amortizada la etapa, a nuestro entender indispensable, de un referéndum
con garantías democráticas y con amplia participación. Esto podría
generar un mandato democrático que determinaría cuál es la voluntad de
Cataluña en su relación con el resto del Estado.
— ¿Cómo se podría articular legalmente esta consulta? Desde luego hasta el momento parece muy complicado.
— Es una cuestión de voluntad política. Las fórmulas jurídicas
existen, incluso en el marco actual de la Constitución. Existe la
posibilidad de un traspaso de competencias para la convocatoria de un
referéndum. En el fondo el problema es de correlación de fuerzas
políticas. Si hay una demanda lo bastante amplia de la sociedad catalana
por un lado y por otro acaba surgiendo, como esperamos de las
elecciones generales, una nueva configuración política en la que el PP
pierda la mayoría absoluta y se genere otro arco parlamentario más
sensible a las demandas de la sociedad catalana. Así será posible
establecer un tipo de pacto que permita el referéndum.
— ¿Qué opinión le merece la candidatura Junts per el Sí
encabezada por Raúl Romeva? ¿La mezcla entre ERC, CiU o personas como
Romeva es entendible? El cabeza de lista se ha intentado desmarcar de
Artur Mas en una entrevista.
— Es lógico que cause cierta perplejidad. A nuestro entender esa
lista es una maniobra política de CDC para conseguir retomar el
Gobierno. Es algo que no podría hacer si se presentase a rostro
descubierto teniendo que dar cuenta de su balance de Gobierno. Se ha
caracterizado por unas políticas rigurosas de recortes y austeridad e
incluso con connivencia con grandes decisiones del PP a nivel estatal.
Por ejemplo la reforma laboral o la ley de estabilidad presupuestaria
con la reforma del artículo 135 de la Constitución. Es una manera de
ocultar el balance y el proyecto neoliberal que sigue teniendo CIU. Hay
quienes han caído en la trampa, como ERC, con la ilusión o idea de que
se puede dar un carácter plebiscitario a unas elecciones autonómicas.
Han caído de algún modo en esa trampa y en la de su propio discurso. Lo
único que no va a decidirse en estas elecciones es la cuestión de la
independencia. Si ya ha costado implementar el deseo de un 80% de la
población catalana con el referéndum, mucho más difícil se ve la
posibilidad de organizar una secesión con un apoyo social más reducido.
Es una candidatura que lo que pretende es devolver el Gobierno a Mas y
llevar a una situación de bloqueo político. En esas situaciones se
desenvuelve muy bien CIU, lleva muchos años gestionando la frustración
nacional de Cataluña. Ese es el proyecto. Otra cosa es que haya gente de
buena voluntad que se haga ilusiones sobre abrir un camino a la
independencia por esa vía rápida. La experiencia demuestra que las
conquistas democráticas son mucho más lentas y necesitan apoyarse en
mayorías sociales mucho más amplias, tejiendo complicidades más allá del
propio país.
— ¿Es la misma Cataluña la que quieren desde CIU que la que defiende ERC o gente más cercana a ICV?
— Los proyectos de país de esas formaciones son distintos. Ahí
justamente está la trampa. Lo que ha conseguido CIU es evacuar ese
debate sobre el proyecto de país, posponer el debate social y decir que
primero hay que conquistar la independencia y luego discutir qué tipo de
país queremos. Pero es totalmente ilusorio porque un proceso de
autodeterminación sólo se puede sostener sobre la movilización e
implicación de amplísimas capas de la población. Evacuando las políticas
sociales se elimina el problema fundamental, que es que las políticas
desarrolladas por CIU lo que han hecho es fragmentar y romper la
sociedad catalana. Una sociedad desarticulada difícilmente puede
sostener un proceso de estas características. Es un cálculo engañoso y
tramposo. Hay que poner sobre el tapete el modelo social, la defensa de
los servicios públicos, la lucha contra la pobreza, etc. Todo eso, que
es lo que da cohesión al país, permite sostener un proceso de expresión
democrática de la ciudadanía.
— ¿Qué modelo o proyecto de país defiende Catalunya Sí que es Pot?
— Defendemos sobre todo tres líneas. Durante estos días elaboraremos
un programa de Gobierno. Pero las líneas maestras están claras. Una
primera es el intento de dar respuesta a una situación de emergencia
social. Los índices de pobreza alcanzados en Cataluña son alarmantes.
Hay un 20% de la población en riesgo de pobreza, con afectación especial
a la infancia. Una de las primeras políticas que debería implementar el
nuevo Gobierno sería un plan de choque contra la pobreza. Uno de los
temas que quedó encallado es la iniciativa legislativa popular en favor
de una renta garantizada. Junto a estas políticas pensamos que hay que
desplegar una serie de iniciativas de reindustrialización y reactivación
de la economía en unos parámetros sostenibles y de interés social, Uno
de los temas importantes en nuestra campaña será la transición
energética hacia una independencia energética y el desarrollo de
energías verdes. En segundo lugar hay que plantear la regeneración
democrática. No podemos seguir con los lastres de corrupción que han
caracterizado la administración pública catalana en los últimos años.
Eso ha alejado a la ciudadanía de las instituciones. En tercer lugar hay
que plantear una removilización de la opinión pública y la sociedad
civil en favor de la convocatoria de un referéndum. A partir de ahí una
negociación con el Estado para alcanzarlo.
— Se ha quedado fuera de esta candidatura Procés Constituent. ¿Cómo valora la decisión? ¿Se encontrarán en un futuro?
— Aquí ha jugado en nuestra contra el factor tiempo. Los biorritmos
son distintos en cada organización, pero los tiempos del calendario
electoral son estrechos. Procés ha dejado su huella en esta candidatura.
Nuestro manifiesto fue prácticamente redactado por ellos y algunas
personalidades destacadas acabarán formando parte de nuestra lista como
el profesor Vicenç Navarro. Los compañeros de Procés necesitaban más
tiempo para debatir y metabolizar las alternativas que se planteaban.
Ellos intentaron generarun puente entre la izquierda social más
tradicional y corrientes como la CUP. No ha llegado a forjarse esa
alianza en la medida que la CUP quiere afianzar su propio espacio
político. Eso ha tensionado el debate en Procés y ha faltado tiempo para
resolverlo. Pero en el activismo social seguimos estando juntos y en la
propuesta política acabaremos encontrándonos. Es mucho más lo que nos
une que lo que nos puede separar.
—
¿Es posible una candidatura amplia de confluencia para las elecciones
generales similar a la que se ha creado para este proceso?
— En Cataluña está funcionando. No sólo aquí. Si echamos un vistazo
al nuevo ciclo de cambio tras las municipales vemos que ese tipo de
candidaturas han acabado obteniendo éxitos significativos. Esto indica
que hay voluntad sustancial por la sociedad de que se encuentren este
tipo de fórmulas. Aquí ha funcionado y esperamos que en las generales
también tenga éxito en Cataluña. Si el modelo será exactamente el mismo
que habrá que implementar en el resto del Estado, habrá que verlo. Desde
aquí no pretendemos dar lecciones a nadie. Sólo nos parece más modesto y
útil que funciones nuestro experimento y que funcione como referencia
para quien deba servir. Pero no será desde aquí desde donde se diga cómo
debe articularse un acuerdo en Madrid u otras comunidades.
— ¿Todo este debate sobre el modelo territorial, soberanía e
independencia puede llegar a un punto de confrontación? Ya no sólo entre
Cataluña y el resto de España, sino internamente. Hay posiciones muy
enfrentadas. ¿Qué le diría a la gente que no entiende el deseo de
autodeterminación?
— Primero lo que hay que explicar es que vivimos en un Estado
plurinacional. Es algo que ha quedado muy diluido en las últimas
décadas. Yo recuerdo que en los años 70 el activismo vecinal y las
reivindicaciones democráticas en Barcelona eran conocidas, admiradas y
entendidas en Madrid mejor que en las décadas posteriores tras el pacto
constitucional del 78. Creo que es posible recuperar ese ambiente de
comprensión. Los proyectos compartidos, muchos pensamos que lo más
razonable es llegar a un proyecto compartido de tipo federal o
confederal, se basan en el reconocimiento y respeto a la
plurinacionalidad. Si eso es así no hay nada que temer de la expresión
democrática de las nacionalidades. En Cataluña el peso de las clases
trabajadores es tan notable y decisivo que jamás una conquista tendrá el
cariz de un enfrentamiento, ruptura o volver la espalda a los otros
pueblos de la Península Ibérica sino al contrario. La identidad no es
ofensiva ni va contra nadie sino la expresión de la diversidad. No hay
que temer a la expresión libre de la ciudadanía, sobre todo cuando están
participando también sectores progresistas que nunca darán la espalda
al entendimiento.
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