Jesús Jaén
El 5 de
septiembre de 1915, en la pequeña localidad de Zimmerwald, iba a
producirse un acontecimiento político, que dos años mas tarde,
adquiriría una relevancia histórica. Los hechos los podemos relatar de
la siguiente manera.
Un año antes, el 4 de agosto de 1914, se había producido otro gran
acontecimiento histórico. La socialdemocracia alemana había votado los
créditos de guerra en el Parlamento alemán. Fue un hecho que conmovió
terriblemente los cimientos de la Internacional socialista. El mismo
Lenin no se creía lo que leía a través del diario Worwärts, esa mañana
de verano en Suiza, donde estaba exiliado. No daba crédito a una noticia
que le parecía inverosímil. ¿Cómo, se preguntaba, han podido caer tan
bajo los dirigentes del partido socialdemócrata alemán? ¿Cómo es posible
que tras años y años de debates y caracterizaciones sobre el
imperialismo, cuando llegan los momentos más decisivos, se capitule de
esta manera? No era para menos:
“
El 31 de julio de 1914, la oficina socialista internacional
lanzaba su llamammiento contra la guerra, y Jean Jaurés caía bajo los
disparos de Raoul Villain. El 1 agosto, el gobierno alemán declaraba la
guerra a Rusia y proclamaba el Estado de emergencia. El 2 de agosto, el
ejecutivo del partido socialdemócrata alemán, se reunía para definir la
actitud de los parlamentarios del Reichtag sobre la cuestión de los
créditos reclamados por el canciller Bethmann-Hollweg” (La revolución en Alemania, Pierre Broué, editorial a. Redondo).
En la votación del grupo parlamentario, ganan los partidarios del sí
por 74 votos contra 14, aunque finalmente votaron todos unánimemente
ante las amenazas por parte del la dirección y del propio Estado
(incluido Karl Liebneck que poco después haría autocrítica y sería la
voz más potente de la revolución).
Estos hechos hicieron que Lenin planteara las siguientes reflexiones:
“
La II Internacional ha muerto, vencida por el oportunismo. ¡Abajo
el oportunismo y viva la III Internacional, liberada de los renegados y
también de los oportunistas” …...” La II Internacional realizó un
trabajo útil de organización de las masas proletarias, durante un largo
período pacífico de la peor esclavitud capitalista en el último tercio
del siglo XIX y comienzos del XX....” (Los cuatro primeros congresos de la Internacional Comunista, Cuadernos de Pasado y Presente).
De esta forma se empezaba a abrir una brecha insuperable entre los
partidarios de apoyar a los gobiernos que habían desencadenado la guerra
y los que se opusieron a ella, aunque en ambas posiciones conviviesen
distintas interpretaciones, propuestas y matices tácticos. La inmensa
mayoría de los partidos y militantes de la II Internacional cayeron en
el nacional chauvinismo; entre ellos figuras históricas como Kautsky.
Sin embargo otras como Rosa Luxemburgo, Karl Liebneck, Trotsky, Martov,
Rosmer, Rakovski, Franz Mehring, Clara Zetkin y todos los cuadros del
bolchevismo ruso, entre muchas más personalidades, se opusieron
fervientemente llegando incluso a costarles la vida como fue el caso de
Rosa y Karl en 1919.
Así llegamos a comienzos de septiembre de 1915 donde se celebrará una
conferencia o encuentro de delegados de partidos que se opousieron a la
guerra. Según cuenta Mathias Rakosi en su “
Noticia Histórica”:
“
A iniciativa de los socialistas italianos fueron invitadas todas
las organizaciones obreras que permanecieron fieles al principio de la
lucha de clases y de la solidaridad internacional. Estaban presentes
delegados de Alemania, Francia, Italia, los Balcanes, Suecia, Noruega,
Polonia, Rusia, Holanda y Suiza. Todas las tendencias representadas,
desde los pacifistas reformistas hasta los marxistas revolucionarios” (Los cuatro primeros congresos...")
Jean Jacques Marie cuenta en su biografía de Trotsky ( “
Trotsky revolucionario sin fronteras", editorial Fondo de Cultura”):
“
El 5 de septiembre Grimm lleva a los delegados a la aldea de
Zimmerwald, en medio de los terrenos de pastoreo, a 10 km por encima de
Berna. Los cuatro carros enganchados bastan, bromean los delegados, para
transportar a todos los internacionalistas cincuenta años después de la
fundación de la I Internacional, con el fin de reanudar, según palabras
de Trotsky, el hilo de la historia que se había roto una vez más” (pag 110).
Los trabajos de la Zimmerwald no son sencillos; muy al contrario, se
trata de una reunión heterogénea, donde el ala más de izquierdas, lo
representan los rusos encabezados por Lenin que son denominados la “
izquierda de Zimmerwald”, proponen una resolución que no es aceptada y que, entre otras cosas, decía:
“
Rechazo a los créditos de guerra, dimisión de los ministros
socialistas de los gobiernos burgueses, desenmascaramiento del carácter
imperialista de la guerra en la tribuna parlamentaria, en las columnas
de prensa legal y, si es preciso, ilegal, organización de
manifestaciones contra los gobiernos, propaganda en las trincheras en
favor de la solidaridad internacional, protección de las huelgas
económicas tratando de transformarlas en huelgas políticas, guerra civil
y no en paz social” (Citado por Alfred Rosmer, Le mouvement ouvrier pendant le guerre”).
Las delegaciones italiana, francesa y alemana rechazan la radicalidad
de la izquierda y proponen que se redacte un texto de consenso que,
finalmente, será aceptado unánimemente por todos los presentes y de cuya
redacción se encargará León Trotsky.
Según escribe Jean Jacques Marie:
“
Luego denuncia las responsabilidades de los dirigentes
socialistas, y de la Unión Sagrada, pero no ataca al centro socialista,
hostil al conflicto pero también a la movilización de la población
contra el gobierno, dirigido por Jean Longuet en Francia y Karl Kautsky
en Alemania. Centrado en la lucha por la paz sin anexiones ni
indemnizaciones de guerra, el texto es vago en lo concerniente a la
acción y no menciona la creación de una nueva Internacional que la
mayoría de los presentes no quieren. Lenin juzga timorata e
inconsecuente la declaración pero la firma, pues ve en ella un paso
adelante, que permitirá, tal vez, dar otro más”.
El día 8 de septiembre de 1915 acaba la conferencia de Zimmerwald con
los resultados indicados. Su importancia histórica vino determinada
porque fue la primera piedra que se puso para que, unos años después, en
marzo de 1919 se fundara la III Internacional. Ésta, por supuesto, no
hubiera sido posible sin el triunfo de la revolución rusa en octubre de
1917, confirmando en la práctica, las tesis que le partido bolchevique
había defendido desde aquél 4 de agosto de 1914.
Pero ¿tiene algún interés político hablar y recordar unos hechos que sucedieron -justamente ahora- cien años?
A mi modo de entender sí. Creo que, salvando las distancias y
tratando de no trasladar mecánicamente los hechos ni su dinámica,
podíamos llevar la comparación de ese 4 de agosto de 1914 en el
parlamento alemán, con lo que ocurrió recientemente en Grecia. Creo que
no fui el primero en hacer esta comparación histórica: la leí en una de
las declaraciones de los dirigentes de la Plataforma de Izquierdas de
Syriza.
El estupor con que nos enteramos de la capitulación de Tsipras
aceptando el tercer rescate que le impusieron las instituciones
internacionales (más conocidas como Troika) solo es comparable -volvemos
a insistir, salvando las distancias y las comparaciones- al impacto que
produjo la claudicación de la socialdemocracia alemana entre los
internacionalistas de principios de siglo XX. Cuenta J.J. Marie que,
además de la primera reacción de incredulidad de Lenin, también Trotsky,
mostró tal estupor que, según dice en su autobiografía, fue uno de los
golpes más duros de su vida . La presunta irracionalidad con la que se
presentó -en un caso- el giro de la socialdemocracia después de años de
debates, se asemeja en parte, con el giro copernicano de Tsipras que,
tras ganar unas elecciones y obtener un 61% de votos en el referéndum,
decide firmar el rescate, fraccionar a su propio partido y convocar
elecciones anticipadas.
Pero tras los golpes morales, es necesario rehacerse. Y, ese fue el
sentido de la conferencia de Zimmerwald.; y, ahora, en el caso de
Grecia, deberíamos hacer lo mismo.
Tsipras ha decepcionado no solo a la población griega que confió en
él, sino además, a miles y miles de trabajadores de toda Europa. Ha
mandado un mensaje de impotencia y sumisión a los grandes poderes
económicos y políticos de la UE y de todo el mundo. Ha dejado claro que
no se puede ofrecer otra alternativa y que no queda otra opción que
resignarse ante los que mandan a través de sus políticas neoliberales.
Ha quebrado el frente anti-austeridad que objetiva y subjetivamente se
había venido configurando en los últimos años, tanto en el rechazo a los
planes económicos de la UE, como a sus instrumentos políticos. El golpe
de Tsipras es tan fuerte porque es como si el sistema hubiera cooptado a
la cabeza visible de la lucha (otra cosa será su destino una vez que
sea usado hasta donde les sea útil).
Sin embargo, igual que hubo alternativas hace cien años, en medio del
encarnizamiento de una guerra mundial, ¿cómo no las va a ver ahora? A
lo largo de las últimas semanas hemos podido comprobar que un sector
importante de la izquierda, tanto en los planos intelectuales como en
los propios partidos, ha reaccionado a la decisión de Tsipras. Desde
economistas como Eric Toussaint, pasando por uno de los grandes
intelectuales de la época como Perry Anderson han declarado que están en
contra de la decisión de Tsipras. También en Grecia se ha creado la
Unidad Popular conformada por los diputados que se negaron a votar el
rescate y han decidido presentarse a las elecciones del 27 de
septiembre. En el Estado español, el grupo dirigente de Podemos apoya a
Tsipras, pero las voces desde la oposición no han hecho sino crecer. En
Francia Melenchon también ha manifestado que está en contra de la
decisión de Tsipras.
Tras “
el 4 de agosto griego” se podría ir organizando un
movimiento para recomponer el frente contra la austeridad. No estamos
hablando, por supuesto, de crear una internacional, sino un movimiento
similar a los que, en otras coyunturas históricas se hicieron como el
que encabezara el historiador inglés E.P. Thompson contra la carrera
nuclear o los movimientos anti-guerra o anti-globalización. Un
movimiento que incluyera todos aquellos sectores sociales,
organizaciones y partidos que estuvieran dispuestos a enfrentar, de una
manera coherente, los planes de la UE y de la Troika.
¿Seremos capaces de atender a estos nuevos desafíos?
28/08/2015
http://vientosur.info/spip.php?article10423