La crisis migratoria que desde hace meses tiene lugar en las
fronteras meridionales y orientales europeas se nos presenta
oficialmente como un fenómeno climatológico de causas azarosas en el que
la Unión Europea se limitaría a ser un actor pasivo desbordado ante uno
de los mayores movimientos de refugiados de las últimas décadas. En
plena crisis humanitaria, autoridades comunitarias y Estados miembro se
pasan una patata caliente que contrasta obscenamente con la celeridad
con la que se diseñan y despliegan otros mecanismos de intervención
mucho más ambiciosos cuando el objeto del rescate son bancos privados o
grandes empresas.
El supuesto riesgo de un efecto llamada contagioso entre los más de
cuatro millones de refugiados sirios y demás migrantes internacionales
justificaría la negativa a acoger a los pocos cientos de miles que han
cruzado las fronteras comunitarias durante estos últimos meses, a la vez
que motivaría las medidas disuasorias y represivas empleadas por las
fuerzas de seguridad de los Estados miembro. Ante los últimos
acontecimientos y frente a este relato oficial de los hechos, desde
Anticapitalistas declaramos:
- Cifras de acogida irrisorias. Salvo contadas
excepciones, la UE y sus Estados miembro no están haciendo los deberes
en materia de acogida de solicitantes de asilo. Los recientes anuncios
de mejora y el vergonzoso mercadeo a la baja practicado por gobiernos
como el español apenas corrigen una carencia estructural y no suponen
una solución para la mayoría de personas que están solicitando asilo en
la UE. Esta lamentable actitud contrasta con ejemplos históricos como
los millones de judíos europeos que encontraron asilo fuera del
continente tras la Segunda Guerra Mundial o los cientos de miles de
exiliados españoles que huyeron de la guerra civil y de la dictadura.
Pero también choca con los millones de refugiados acogidos desde hace ya
varios años por los países limítrofes con Siria, a pesar de disponer
todos ellos de menos recursos que los que potencialmente podría
desplegar la UE a tal efecto. Hay dinero para rescatar a bancos y para
construir costosísimos portaviones, pero se nos vende como imposible
destinar una ínfima porción de esos fondos a rescatar personas. Y culpar
de todo ello a las mafias que trafican con personas es no querer ver
más que la punta de un mortífero iceberg, cuando no un lamentable
intento de lavarse las manos escurriendo responsabilidades.
- El efecto llamada de la política exterior europea.
Más allá de los factores endógenos de los conflictos armados que motivan
la huida de muchos de los actuales refugiados, las intervenciones e
intereses militares y económicos de los gobiernos, instituciones y
empresas transnacionales europeas tienen parte de responsabilidad en la
inestabilidad de estos países de origen. El expolio de recursos, los
intereses geoestratégicos o los acuerdos de libre comercio generan
hambre, empobrecimiento, guerras y éxodos. La UE y sus Estados miembro
no pueden mirar para otro lado cuando llaman a su puerta las
consecuencias de sus injerencias externas.
- Los Derechos Humanos y la solidaridad internacional como principios rectores.
Pero más allá de las relaciones de causa-efecto o de las eventuales
corresponsabilidades pertinentes, e incluso de las obligaciones
derivadas de los convenios internacionales firmados por la propia UE, la
respuesta a la actual crisis humanitaria debe basarse ante todo en una
cuestión de internacionalismo, solidaridad y respeto de los Derechos
Humanos. La dignidad y la vida de las personas valen más que cualquier
beneficio privado, que cualquier cálculo electoral y que cualquier
legislación vigente. Cada día resulta más bochornoso aquel
incomprensible Nobel de la Paz concedido a la UE en 2012.
- Refugiado o migrante, ningún ser humano es ilegal.
Muchas voces críticas con la actuación de la UE están poniendo el
énfasis en el derecho legal y legítimo al asilo que tienen quienes están
cruzando las fronteras comunitarias. Pero, ¿qué ocurriría si fuesen
“simplemente” personas huyendo del horror generado por esas otras
guerras que provoca a diario el hambre, la miseria y la escasez de
recursos? ¿Acaso son menos legítimas las ansias de dignidad de quienes
huyen de las guerras económicas que el capital despliega a diario por
todo el planeta? ¿Acaso no corren sus vidas el mismo peligro en caso de
quedarse en sus lugares de origen? ¿O es que las hambrunas y las guerras
provocadas por la extracción de los recursos naturales que requieren
las industrias del norte no matan tanto como las balas del Estado
Islámico? Ya sea por razones políticas o económicas, migrar es un
derecho, más aún cuando se vuelve una necesidad vital. Porque no hay
muertos de primera y de segunda, tampoco debe haber solicitantes de
asilo ni refugiados de distinta naturaleza.
- Fin a la represión xenófoba institucional. Escapen
de un tipo de guerra o de otro, tengan derecho reconocido o no al
asilo, solo una administración criminal podría enjaular a personas,
apalear a familias enteras y cortar el paso a menores de edad con
concertinas y campos de internamiento. Si no es capaz de rescatar a
personas, ¿para qué sirve entonces la UE?
- Efecto llamada al odio racial. El único efecto llamada que está generando la abominable gestión de fronteras exteriores de la UE es la llamada al odio, a la intolerancia, al racismo y a la xenofobia. Por toda Europa surgen brotes de odio racial. Racismo y cierre de fronteras, un viejo fantasma europeo que vuelve a llamar a nuestras puertas ante la inacción de quienes nos gobiernan. Afortunadamente son más las muestras de solidaridad desde abajo, demostrando una vez más que solo el pueblo salva al pueblo y que otra Europa es posible.
Caen las fronteras para las mercancías y los capitales mientras se
levantan muros cada vez más altos para las personas. El fundamentalismo
de mercado y el nacionalismo xenófobo se alían para reforzar una Europa
fortaleza llena de fronteras que segregan los Derechos Humanos de los
intereses del capital transnacional. Muros que no muestran otra cosa más
que el miedo de quienes los levantan, buscando salvaguardar unos
supuestos privilegios que ellos mismos se encargan de dinamitar a
diario. Pero no hay alambradas, pelotas de goma ni murallas que frenen
las ansias de vivir con dignidad alejados de la pobreza y de los
fanatismos, llámense islamista o neonazi. Y el mejor perforador de esas
barreras se llama internacionalismo solidario.
Por ello desde Anticapitalistas exigimos un aumento inmediato y
considerable de los medios necesarios para responder a las solicitudes
de asilo de las personas que están llegando a las fronteras europeas
huyendo de la muerte en origen, independientemente de la naturaleza
económica, política o militar de las causas que motivaron su emigración;
el fin de las medidas represivas y su sustitución por medidas de
acogida urgentes en el corto plazo y, en el medio plazo y de forma
estructural, el fin de las injerencias europeas corresponsables de la
emigración en origen y su sustitución por programas de cooperación al
desarrollo dirigidos por las sociedades civiles organizadas en destino.
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