lunes, 7 de septiembre de 2015

A Europa le sangran las fronteras



La crisis migratoria que desde hace meses tiene lugar en las fronteras meridionales y orientales europeas se nos presenta oficialmente como un fenómeno climatológico de causas azarosas en el que la Unión Europea se limitaría a ser un actor pasivo desbordado ante uno de los mayores movimientos de refugiados de las últimas décadas. En plena crisis humanitaria, autoridades comunitarias y Estados miembro se pasan una patata caliente que contrasta obscenamente con la celeridad con la que se diseñan y despliegan otros mecanismos de intervención mucho más ambiciosos cuando el objeto del rescate son bancos privados o grandes empresas.

El supuesto riesgo de un efecto llamada contagioso entre los más de cuatro millones de refugiados sirios y demás migrantes internacionales justificaría la negativa a acoger a los pocos cientos de miles que han cruzado las fronteras comunitarias durante estos últimos meses, a la vez que motivaría las medidas disuasorias y represivas empleadas por las fuerzas de seguridad de los Estados miembro. Ante los últimos acontecimientos y frente a este relato oficial de los hechos, desde Anticapitalistas declaramos:
  1. Cifras de acogida irrisorias. Salvo contadas excepciones, la UE y sus Estados miembro no están haciendo los deberes en materia de acogida de solicitantes de asilo. Los recientes anuncios de mejora y el vergonzoso mercadeo a la baja practicado por gobiernos como el español apenas corrigen una carencia estructural y no suponen una solución para la mayoría de personas que están solicitando asilo en la UE. Esta lamentable actitud contrasta con ejemplos históricos como los millones de judíos europeos que encontraron asilo fuera del continente tras la Segunda Guerra Mundial o los cientos de miles de exiliados españoles que huyeron de la guerra civil y de la dictadura. Pero también choca con los millones de refugiados acogidos desde hace ya varios años por los países limítrofes con Siria, a pesar de disponer todos ellos de menos recursos que los que potencialmente podría desplegar la UE a tal efecto. Hay dinero para rescatar a bancos y para construir costosísimos portaviones, pero se nos vende como imposible destinar una ínfima porción de esos fondos a rescatar personas. Y culpar de todo ello a las mafias que trafican con personas es no querer ver más que la punta de un mortífero iceberg, cuando no un lamentable intento de lavarse las manos escurriendo responsabilidades.
  2. El efecto llamada de la política exterior europea. Más allá de los factores endógenos de los conflictos armados que motivan la huida de muchos de los actuales refugiados, las intervenciones e intereses militares y económicos de los gobiernos, instituciones y empresas transnacionales europeas tienen parte de responsabilidad en la inestabilidad de estos países de origen. El expolio de recursos, los intereses geoestratégicos o los acuerdos de libre comercio generan hambre, empobrecimiento, guerras y éxodos. La UE y sus Estados miembro no pueden mirar para otro lado cuando llaman a su puerta las consecuencias de sus injerencias externas.
  3. Los Derechos Humanos y la solidaridad internacional como principios rectores. Pero más allá de las relaciones de causa-efecto o de las eventuales corresponsabilidades pertinentes, e incluso de las obligaciones derivadas de los convenios internacionales firmados por la propia UE, la respuesta a la actual crisis humanitaria debe basarse ante todo en una cuestión de internacionalismo, solidaridad y respeto de los Derechos Humanos. La dignidad y la vida de las personas valen más que cualquier beneficio privado, que cualquier cálculo electoral y que cualquier legislación vigente. Cada día resulta más bochornoso aquel incomprensible Nobel de la Paz concedido a la UE en 2012.
  4. Refugiado o migrante, ningún ser humano es ilegal. Muchas voces críticas con la actuación de la UE están poniendo el énfasis en el derecho legal y legítimo al asilo que tienen quienes están cruzando las fronteras comunitarias. Pero, ¿qué ocurriría si fuesen “simplemente” personas huyendo del horror generado por esas otras guerras que provoca a diario el hambre, la miseria y la escasez de recursos? ¿Acaso son menos legítimas las ansias de dignidad de quienes huyen de las guerras económicas que el capital despliega a diario por todo el planeta? ¿Acaso no corren sus vidas el mismo peligro en caso de quedarse en sus lugares de origen? ¿O es que las hambrunas y las guerras provocadas por la extracción de los recursos naturales que requieren las industrias del norte no matan tanto como las balas del Estado Islámico? Ya sea por razones políticas o económicas, migrar es un derecho, más aún cuando se vuelve una necesidad vital. Porque no hay muertos de primera y de segunda, tampoco debe haber solicitantes de asilo ni refugiados de distinta naturaleza.
  5. Fin a la represión xenófoba institucional. Escapen de un tipo de guerra o de otro, tengan derecho reconocido o no al asilo, solo una administración criminal podría enjaular a personas, apalear a familias enteras y cortar el paso a menores de edad con concertinas y campos de internamiento. Si no es capaz de rescatar a personas, ¿para qué sirve entonces la UE?
  6. Efecto llamada al odio racial. El único efecto llamada que está generando la abominable gestión de fronteras exteriores de la UE es la llamada al odio, a la intolerancia, al racismo y a la xenofobia. Por toda Europa surgen brotes de odio racial. Racismo y cierre de fronteras, un viejo fantasma europeo que vuelve a llamar a nuestras puertas ante la inacción de quienes nos gobiernan. Afortunadamente son más las muestras de solidaridad desde abajo, demostrando una vez más que solo el pueblo salva al pueblo y que otra Europa es posible.
Caen las fronteras para las mercancías y los capitales mientras se levantan muros cada vez más altos para las personas. El fundamentalismo de mercado y el nacionalismo xenófobo se alían para reforzar una Europa fortaleza llena de fronteras que segregan los Derechos Humanos de los intereses del capital transnacional. Muros que no muestran otra cosa más que el miedo de quienes los levantan, buscando salvaguardar unos supuestos privilegios que ellos mismos se encargan de dinamitar a diario. Pero no hay alambradas, pelotas de goma ni murallas que frenen las ansias de vivir con dignidad alejados de la pobreza y de los fanatismos, llámense islamista o neonazi. Y el mejor perforador de esas barreras se llama internacionalismo solidario.
Por ello desde Anticapitalistas exigimos un aumento inmediato y considerable de los medios necesarios para responder a las solicitudes de asilo de las personas que están llegando a las fronteras europeas huyendo de la muerte en origen, independientemente de la naturaleza económica, política o militar de las causas que motivaron su emigración; el fin de las medidas represivas y su sustitución por medidas de acogida urgentes en el corto plazo y, en el medio plazo y de forma estructural, el fin de las injerencias europeas corresponsables de la emigración en origen y su sustitución por programas de cooperación al desarrollo dirigidos por las sociedades civiles organizadas en destino.


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